Monday, October 21, 2013

Cooperation and intransigence: political lessons for the U.S. from South of the Border


In the year that has passed since I moved back to Mexico, I have learned from its current administration an important lesson that I would now like to apply to my personal life: in transcendental moments, pragmatism and cooperation are more profitable than ideology and intransigence. In the political environment in Mexico today, this vision is allowing us, finally, to construct the foundations for the country that we all desire. The current government--by no means perfect, but one of the most systematically pragmatic governments we have ever had--has decided to set ideology aside in order to promote the most significant process of transformation that we have lived in decades. Without a well-defined ideology, the current administration has put forth policies both from the right and the left. Its vision is not defined by anyone's canon, rather it attempts to go beyond the divisions that fragment our society for the sake of the "greater good" or, at the very least, for the sake of its own political success. Regardless of what its underlying motivation might be, what is undeniably true is that the current administration in Mexico has shown that it is possible to overcome political gridlock; in fact, as many have already pointed out, the political performance of the current government in Mexico could be a good example to follow for its neighbors (see the recent Christian Science Monitor, for example).

While in the United States politics now routinely stagnates in a morass of hatred and antagonism between its political parties, in Mexico--in spite of the tripartite political system that everyone had condemned as the worst of all scenarios and, perhaps, because of it--we have reached a fundamental agreement: let us forget about our differences and let us focus on what we can all agree our country needs. We are neither rich, nor poor; we are neither Conservative, nor Liberal; we are humans, we are Mexicans and we all want a better country. We may not agree on everything, certainly not on "how" we can create a better country, but there does exist a consensus today on the fact that great things, dramatic changes must be carried out now so as to take advantage of this historic moment we are living. 

There certainly exist frictions between the parties that dominate politics in Mexico and, as a result, the pact that has been established for our country becomes strained from time to time. Nonetheless, despite our differences, the country continues to put forth a vision for itself that is not contingent on a consensus on the details, but that rather gains strength from our capacity as a nation to prioritize the processes that we must carry out to create the country we all want: a more prosperous, more inclusive, more peaceful and happier Mexico... 

This pax mexicana will not last forever. And so much the better for it, since a greater degree of political contestation will allow us to grow and to improve as a nation, in due time. The important thing to remember is that there are times to argue and fight and there are times to forget about our disagreements and cooperate. Today, we are in a stage in our life as a nation that demands transformation, creation, maturation; we are in a time of global shocks in which every country must decide in what direction they want to go. This moment in our history requires forceful action; a vision that transcends factions; an attitude that gives priority to the goals we have in common. When the grand bargains to transform our country have been established, then we may return to the perennial struggle that allows nations to define the details of the plans they want to carry out as economies, nations and societies.  

As for the United States, it is unclear to me what are the main obstacles for reconciliation. At this point I have more questions than answers, I suppose: What is it about a country that almost allows itself (and the rest of the world) to drown as a result of the inflexibility of its political parties? What can we say about a nation that every day becomes more and more polarized and that actively promotes ideology, rejects cooperation and calls any efforts for reconciliation a lack of integrity?

As a citizen of both of these great countries, whose futures will forever be intrinsically intertwined, I hope that cooperation in Mexico bears fruits soon and I hope that this compels Americans to take note and apply the lesson.

Cooperación e intransigencia: lecciones políticas de México para EE.UU.


En el año que ha transcurrido desde que regresé a México, he aprendido de la administración actual una lección importante que ahora quisiera aplicar a mi vida personal: en momentos trascendentales, el pragmatismo y la cooperación son más rentables que la ideología y la intransigencia. En el escenario político del México de hoy, esta visión nos está permitiendo, por fin, construir las bases para el país que todos anhelamos. El gobierno actual –que no es perfecto, pero sí uno de los más sistemáticamente pragmáticos que jamás hayamos tenido- ha decidido dejar a un lado la ideología para impulsar el proceso de transformación más significativo que hemos vivido en décadas. Al carecer de una ideología bien definida, esta administración ha fomentado tanto políticas de derecha como de izquierda. Su visión no se rige por el canon de ningún bando, sino que intenta ir más allá de las divisiones que nos fragmentan en pos del “bien común” o, por lo menos, de su éxito político. Sea cual sea su motivación, lo cierto es que la administración actual en México ha demostrado que es posible superar el estancamiento político; de hecho, como se ha mencionado ya en varios medios, su gestión podría servir de ejemplo para nuestros vecinos (ver artículo reciente de Christian Science Monitor, por ejemplo). 

Mientras que en Estados Unidos la política se estanca ya de manera rutinaria en una maraña de odio y antagonismo entre los partidos, en México –a pesar de nuestro sistema tripartito que todos habían condenado como el peor de todos los casos y, quizá, gracias a él- hemos llegado a un acuerdo fundamental: olvidémonos de nuestras diferencias y concentrémonos en lo que todos estamos de acuerdo que necesita el país. No somos ni ricos, ni pobres; no somos ni conservadores, ni liberales; somos humanos, somos mexicanos y todos queremos un mejor país. No estamos de acuerdo en todo -desde luego no en el “cómo” podremos crear un mejor país-, pero sí existe hoy en día un consenso de que cosas grandes, cambios dramáticos se deben ejecutar ahora para aprovechar este momento histórico que estamos viviendo.

Sin duda, existen fricciones entre los partidos que dominan la política en nuestro país y, por ello, el pacto que se ha establecido en México se ha visto comprometido en ciertos instantes. Lo importante es que a pesar de nuestras diferencias, el país sigue de pie con un proyecto de nación que, si bien no depende de un consenso en los detalles, sí se nutre de nuestra capacidad como país de dar prioridad a los procesos y mecanismos transversales que debemos llevar a cabo para crear el país que todos queremos: un México próspero, equitativo, pacífico y feliz…

Esta pax mexicana no durará para siempre, sin duda. Y qué bueno, porque la competencia política también nos ayudará a crecer y a superarnos como nación, en su momento. Lo importante es que aprendamos que hay momentos para discutir y luchar y que hay momentos para olvidar nuestros desacuerdos y cooperar. Hoy, estamos en una etapa de nuestra vida como nación que exige transformación, creación, maduración; estamos en tiempos de choques globales en los cuales todo país deberá decidir hacia dónde se quiere dirigir. Este instante en nuestra historia requiere de contundencia en nuestras acciones; de una visión que vaya más allá de las facciones; de una actitud que dé prioridad a lo común. Después, cuando los grandes acuerdos para transformar nuestro país se hayan establecido, podremos regresar a la perenne contienda para definir los detalles del gran plan que queremos ejecutar como economía, nación y sociedad.

En el caso de Estados Unidos, no me queda claro qué impide la reconciliación. Más bien me surgen varias dudas: ¿Qué hay de un país que casi se hunde a sí mismo (y al resto del mundo) por la obstinación de sus partidos? ¿Qué podemos decir de una nación que cada día se polariza más y que de manera activa fomenta la ideología, rechaza la cooperación y llama a cualquier esfuerzo de reconciliación falta de integridad?

Como ciudadano de estos dos grandes países, cuyos futuros siempre estarán intrínsecamente vinculados, espero que la cooperación en México dé frutos de manera oportuna y que esto permita a los estadounidenses tomar nota y aprender de la lección...