En su nuevo libro sobre el carácter colectivo mexicano, Mañana o pasado: El misterio de los mexicanos, el intelectual mexicano Jorge Castañeda nos explica cuáles son los problemas culturales que detienen el progreso en nuestro país. En su lista de flaquezas que afligen a la sociedad mexicana menciona el individualismo extremo, la aversión al conflicto y a la competencia, la xenofobia y la indiferencia ante las leyes. Según Castañeda, el México de hoy deberá sacudirse de estos malos rasgos acumulados a lo largo de su historia para poder avanzar en su camino hacia el desarrollo y la prosperidad.
Castañeda, sin duda, ha acertado en muchas cosas. Es verdad que el mexicano de hoy, en general, es individualista y desconfiado y no siempre se presta para colaborar con otros; es verdad que el mexicano de hoy, generalmente hablando, prefiere guardarse el enojo que enfrentar a sus adversarios para resolver las diferencias; es verdad que algunos mexicanos no titubean al echarle la culpa a los gringos por nuestros problemas colectivos; y ni hablar de la ausencia de competencia en México (aunque esto parece paulatinamente quebrantarse) o del atropello y el abuso de las leyes que siguen siendo común en nuestro país. Todos estos problemas, sin duda, merecen atención y requieren de soluciones. Sin embargo, cabe destacar que si bien muchos mexicanos poseen estas características, el México de hoy ya va encaminado en buena dirección.
México es un país joven lleno de gente dinámica en búsqueda de superación. Muchas personas en nuestro país, sin duda, poseen algunas si no todas las características que menciona Castañeda, pero México como conjunto -gracias a la mayor flexibilidad y apertura social que manifiestan las nuevas generaciones- ya está evolucionando. El México de hoy está experimentando un gran proceso de despertamiento colectivo en el que los mexicanos jóvenes -sobre todo aquellos pertenecientes a una clase media que ya es mayoritaria- poseen valores distintos a los de sus padres y sus abuelos, como es de esperarse en un mundo ya invertido hacia la globalización. Ya somos muchos los mexicanos jóvenes que nos damos cuenta de que no precisamos atropellar a nuestros conciudadanos para poder progresar y de que ganamos más al cooperar con otros que al fragmentarnos; somos muchos también los mexicanos jóvenes que -quizá a raíz de los privilegios que hemos experimentado, mucho mayores a los de generaciones pasadas- exigimos sin acobardarnos mayor participación e inclusión económica, política y social; ya somos muchos también que sabemos que nosotros mismos llevamos las riendas de nuestras vidas y que por ende no sentimos la necesidad de echarle la culpa a nuestra historia, a nuestro Dios o a los extranjeros; y cada día somos más los que nos rehusamos a formar parte de una cultura de corrupción, ilegalidad y desorden. Nosotros, los jóvenes mexicanos -quienes contamos con mayor exposición al mundo que nuestros antepasados y quienes no obstante hemos aprendido a valorar y a amar lo que es nuestro mientras reflexionamos sobre lo que debemos corregir en nosotros mismos- estamos floreciendo y estamos aprendiendo de nuestros padres y abuelos a preservar nuestra riquísima e incomparable cultura sin tener que aceptar la cultura de la desconfianza, de las envidias y las inseguridades y la cohibición.
Claro está que nuestro proyecto aún permanece incompleto y que tendremos que trabajar arduamente para completarlo, pero cada día se agranda el número de personas mexicanas que optan por una visión positiva y progresista de nuestra sociedad. El futuro de México lo construiremos nosotros, la generación del "sí", sobre los buenos fundamentos que nuestros progenitores nos han heredado. Nuestra creatividad, nuestra inquietud y nuestra curiosidad, sin duda, tendremos que aprender a canalizar, pero éste es un proceso que ya va adelantado. El esfuerzo de Castañeda en concientizar a toda una nación, lo recibimos con los brazos abiertos para que nos asista en nuestro desarrollo como individuos y como país. Pero para ayudarnos en ese proceso, necesitamos más que un regaño. Castañeda omitió en su obra otro defecto cultural del mexicano tradicional: siempre dispuesto a criticar sin ofrecer aliento, consejo o solución. Lo que nosotros los jóvenes mexicanos necesitamos más que nada en este momento de transición es una sociedad que nos eche porras, una comunidad que celebre nuestros triunfos y que con cada día fomente mayor seguridad y valoración personal en cada uno de nosotros. Necesitamos gente que nos quiera lo suficiente para corregirnos cuando estamos en el mal y que a la vez nos ame de tal manera que nos invite a soñar en grande y sin límites.
En los últimos años en México se han desencadenado eventos -tanto positivos como negativos- que auspician una era de grandes cambios y progreso: con todo y nuestros problemas, ahora somos una democracia que cada día funciona mejor, una economía que cada día crece más y una sociedad que con el paso del tiempo se exige más a sí misma. Éste es nuestro México, éste es nuestro futuro y ningún pasado -por inmenso, penoso o trastornador que haya sido- podrá detener nuestro destino.
Castañeda, sin duda, ha acertado en muchas cosas. Es verdad que el mexicano de hoy, en general, es individualista y desconfiado y no siempre se presta para colaborar con otros; es verdad que el mexicano de hoy, generalmente hablando, prefiere guardarse el enojo que enfrentar a sus adversarios para resolver las diferencias; es verdad que algunos mexicanos no titubean al echarle la culpa a los gringos por nuestros problemas colectivos; y ni hablar de la ausencia de competencia en México (aunque esto parece paulatinamente quebrantarse) o del atropello y el abuso de las leyes que siguen siendo común en nuestro país. Todos estos problemas, sin duda, merecen atención y requieren de soluciones. Sin embargo, cabe destacar que si bien muchos mexicanos poseen estas características, el México de hoy ya va encaminado en buena dirección.
México es un país joven lleno de gente dinámica en búsqueda de superación. Muchas personas en nuestro país, sin duda, poseen algunas si no todas las características que menciona Castañeda, pero México como conjunto -gracias a la mayor flexibilidad y apertura social que manifiestan las nuevas generaciones- ya está evolucionando. El México de hoy está experimentando un gran proceso de despertamiento colectivo en el que los mexicanos jóvenes -sobre todo aquellos pertenecientes a una clase media que ya es mayoritaria- poseen valores distintos a los de sus padres y sus abuelos, como es de esperarse en un mundo ya invertido hacia la globalización. Ya somos muchos los mexicanos jóvenes que nos damos cuenta de que no precisamos atropellar a nuestros conciudadanos para poder progresar y de que ganamos más al cooperar con otros que al fragmentarnos; somos muchos también los mexicanos jóvenes que -quizá a raíz de los privilegios que hemos experimentado, mucho mayores a los de generaciones pasadas- exigimos sin acobardarnos mayor participación e inclusión económica, política y social; ya somos muchos también que sabemos que nosotros mismos llevamos las riendas de nuestras vidas y que por ende no sentimos la necesidad de echarle la culpa a nuestra historia, a nuestro Dios o a los extranjeros; y cada día somos más los que nos rehusamos a formar parte de una cultura de corrupción, ilegalidad y desorden. Nosotros, los jóvenes mexicanos -quienes contamos con mayor exposición al mundo que nuestros antepasados y quienes no obstante hemos aprendido a valorar y a amar lo que es nuestro mientras reflexionamos sobre lo que debemos corregir en nosotros mismos- estamos floreciendo y estamos aprendiendo de nuestros padres y abuelos a preservar nuestra riquísima e incomparable cultura sin tener que aceptar la cultura de la desconfianza, de las envidias y las inseguridades y la cohibición.
Claro está que nuestro proyecto aún permanece incompleto y que tendremos que trabajar arduamente para completarlo, pero cada día se agranda el número de personas mexicanas que optan por una visión positiva y progresista de nuestra sociedad. El futuro de México lo construiremos nosotros, la generación del "sí", sobre los buenos fundamentos que nuestros progenitores nos han heredado. Nuestra creatividad, nuestra inquietud y nuestra curiosidad, sin duda, tendremos que aprender a canalizar, pero éste es un proceso que ya va adelantado. El esfuerzo de Castañeda en concientizar a toda una nación, lo recibimos con los brazos abiertos para que nos asista en nuestro desarrollo como individuos y como país. Pero para ayudarnos en ese proceso, necesitamos más que un regaño. Castañeda omitió en su obra otro defecto cultural del mexicano tradicional: siempre dispuesto a criticar sin ofrecer aliento, consejo o solución. Lo que nosotros los jóvenes mexicanos necesitamos más que nada en este momento de transición es una sociedad que nos eche porras, una comunidad que celebre nuestros triunfos y que con cada día fomente mayor seguridad y valoración personal en cada uno de nosotros. Necesitamos gente que nos quiera lo suficiente para corregirnos cuando estamos en el mal y que a la vez nos ame de tal manera que nos invite a soñar en grande y sin límites.
En los últimos años en México se han desencadenado eventos -tanto positivos como negativos- que auspician una era de grandes cambios y progreso: con todo y nuestros problemas, ahora somos una democracia que cada día funciona mejor, una economía que cada día crece más y una sociedad que con el paso del tiempo se exige más a sí misma. Éste es nuestro México, éste es nuestro futuro y ningún pasado -por inmenso, penoso o trastornador que haya sido- podrá detener nuestro destino.
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