Sunday, May 19, 2013

De dos, hagamos una: Integrating Ciudad Juárez and El Paso into a single Northamerican Metropolis (Macaronic espanglish version)


En medio del desierto donde el firmamento abraza las montañas y un río atraviesa el paisaje, existe una metrópoli norteamericana de 2.5 millones de habitantes desparramada sobre el límite de dos naciones: Ciudad Juárez, Chihuahua in Mexico and El Paso, Texas in the United States.

La metrópoli, cuyo origen se remonta al siglo XVII, hoy en día consiste en una aglomeración urbana contigua dividida por una frontera internacional de varias capas: the Rio Grande (an erstwhile mighty river that today barely constitutes a creek), various walls, strips of desert and
rivers of asphalt that flank the border on either side. Y, sin embargo, a pesar de todo ello y de todo el dinero y el esfuerzo dedicados a mantener separadas a estas dos ciudades, las dos urbes se aferran la una a la otra con la misma fuerza inexorable que alguna vez hizo transitar por estas tierras hacia el Golfo de México las aguas provenientes de las Montañas Rocosas.

Límite México-EE.UU. en Ciudad Juárez-El Paso: Source HMDM

The flags that fly high above the Bridge of the Americas, one of the main international crossings in the city, belie the true nature of the metropolis: éstas no son dos ciudades distintas que yacen sobre el límite internacional de dos países con historias y sociedades distintas; these are two cities desperately trying to be one. Los 1.5 millones de residentes en Ciudad Juárez y el millón de residentes en El Paso cuentan con los mismos rasgos físicos (81.4% de la población de El Paso es de origen hispano/latino), comen las mismas comidas, comparten la misma cultura y, en general, comparten un mismo set de idiomas: people on both sides of the border speak Spanish, to a lesser degree English and most are fluent in the hybrid lect that characterizes the borderlands, Spanglish.

Los residentes de Ciudad Juárez trabajan y estudian en El Paso y compran ropa y electrónicos en su Centro y sus gigantescos centros comerciales, mientras que los oriundos de El Paso acuden a los restaurantes, bares y establecimientos en Ciudad Juárez, donde también compran comidas y bienes tradicionales. Further, both the residents of Juárez and those in El Paso have family on the other side of the border, which is now marked by a gargantuan red “X”, forged by Mexican sculptor Sebastián.

La “X” en Ciudad Juárez. Source: HMDM

Vista de la frontera y la "X" desde El Paso, Texas. Source: HMDM

Ciudad Juárez y El Paso son tan inseparables y tan interdependientes como lo son Dallas y Fort Worth, St. Paul y Minneapolis o Miami y Fort Lauderdale. And given the differences between the two cities and their complementarity they arguably play a much more critical role in the life of one another than many other pairs of cities in North America. En el 2012, el número de cruces de El Paso a Ciudad Juárez llegó a un total de 7 millones, mientras que el comercio que atraviesa las dos ciudades actualmente representa un total de USD$69,000 millones por año. Ciudad Juárez would be a wasteland without El Paso and El Paso without Juárez would simply not exist.

Más allá de la violencia que Juárez ha experimentado en los últimos años y que ahora parece estar en declive, la tragedia de Ciudad Juárez-El Paso reside en el hecho de que, a diferencia de lo que acontece en otras aglomeraciones norteamericanas como Nueva York-Newark o incluso Detroit-Windsor, en Juárez-El Paso existen barreras físicas que limitan la interacción entre las dos urbes, lo que también limita el potencial económico y social de la región. The long lines in the international bridges, fees, tariffs and the physical barriers that cut through the urban mass like scars on the face of the desert make residents on both sides think twice before crossing to carry out their business on the other side of the border. En algunos casos se puede durar hasta 3 horas en el calor extremo simplemente para cruzar de Ciudad Juárez a El Paso.

The border that runs through Juárez-El Paso is fundamentally different from the border that demarcates the limit between the U.S. and Mexico through uninhabited lands: mientras que la frontera en los desiertos intenta mantener a los individuos fuera de donde quieren estar, pero donde no son bienvenidos, la frontera urbana entre estas dos ciudades ralentiza el flujo de personas que quieren cruzar la frontera y que generalmente son bien recibidos al otro lado. People who live in El Paso live there because they either have better opportunities there or because they enjoy living there; y mientras que muchas personas en Juárez—si se llegara a presentar la oportunidad—se mudarían a El Paso, muchas más no lo harían, porque disfrutan de sus vidas en Juárez o porque la renta y el costo de vida en México son mucho más asequibles. The migratory tension between the residents of the two cities is so low that there even exists a special “Border Crossing Card” for people who live in Ciudad Juárez, which allows many juarenses to cross the border as they wish.

Hoy en día, parece ser que por fin se está haciendo más evidente en ambos lados de la frontera que la integración entre los tres países de Norte América es deseable (para poder competir mejor como región a nivel global y para mejorar los prospectos de crecimiento económico) y además en muchas formas inevitable. Mexico needs the U.S. and Canada and they need Mexico, as well.


Desde el fin de la Gran Recesión en los últimos años, México ha crecido a una tasa promedio anual de cerca del 4.5%, mientras que la tasa de crecimiento para EE.UU. ha sido de a penas alrededor del 2.0%. Mexico is gathering economic momentum and with the current administration’s pro-growth agenda it is likely that Mexico will soon be able to cement the foundations for even greater bouts of growth in the coming decades. EE.UU. y Canadá están bien posicionados para beneficiar del crecimiento de su vecino al sur, pero para ello deberán comprometerse a un programa de integración que aumente la inversión y la actividad comercial entre los tres países y que, además de eso, acelere el flujo de capital, tecnología y seres humanos en la región.

Obama’s visit to Mexico and Central America earlier this month highlighted the newfound understanding that only through further economic cooperation will North America be able to keep its position as an industrial and economic leader in the world. EE.UU. y Canadá poseen el capital, la tecnología y el conocimiento técnico, mientras que México pone sobre la mesa cantidades vastas de recursos naturales y una población joven y creativa que está ansiosa por crecer y aprender.

North American integration still constitutes a frightening prospect for people on both sides of the border, however. La desconfianza y los temores que se han arraigado a lo largo de décadas representan obstáculos para mayor cooperación. But the integration of regions seems to be inevitable in the present global economic context and our objective now should thus be to guide this process in such a way that we can make sure it yields the results that we want, by putting forth the best that each party has to offer. Los estadounidenses deben darse cuenta de que México es un país en ascenso con una economía abierta y creciente, un país cuya democracia está madurando rápidamente y una sociedad cada día más urbana y más sofisticada; they should realize that it is in their interest to help Mexicans attain their full potential. Los mexicanos, por su parte, deben superar su animosidad hacia los Estados Unidos y deben dejar de lado los complejos de inferioridad y el resentimiento que han acumulado a través de generaciones.  

A Bolder Approach to Borderland Integration

La integración económica, política y social de las naciones es compleja, particularmente cuando se trata de países tan distintos como lo son México y los EE.UU. This process, if it is to occur, must be a gradual one whose full implementation must be preceded by many partial policies and programs that test the waters of assimilation. Un experimento económico y social que pondría a prueba la integración entre las naciones de América del Norte se podrá llevar a cabo en Ciudad Juárez-El Paso al fusionar física y políticamente las dos ciudades en una sola.

The idea is not to eliminate the border between the U.S. and Mexico altogether, but rather to ensure that the border does not get in the way of the vital economic and social interaction that takes place between both nations in this Borderland metropolis. Así como el Río Bravo alguna vez se desvió del Parque Chamizal en Ciudad Juárez, la frontera se deberá reencaminar para crear una Zona Metropolitana Transnacional (ZMT) integrada, una "isla fronteriza" entre las dos naciones que ni es México ni es Estados Unidos, sino los dos.

The flow of individuals, capital and technology between the two cities would no longer be controlled and while more bridges would be built to facilitate crossings, rather than being manned by border agents, they would remain free and unencumbered, as do the Golden Gate or the Brooklyn Bridge. La seguridad fronteriza sería reubicada a un perímetro a 30 ó 40 kilómetros del centro de la nueva ciudad unida, Paso del Norte (o Northern Pass), y ambas naciones  tendrían la posibilidad de controlar los flujos hacia la ZMT de ese perímetro como lo hacen hoy en día en los puentes. 

Los límites de la ZMT se muestran en rojo. Source: Google Earth

A Transnational Metropolitan Authority (TMA) would be formed to oversee all public services and public activities and while each of the nine cities that today constitute the urban agglomeration could retain their own government, their scope and function would be like those of the boroughs in New York or Mexico City. El gobierno de la ciudad como tal, sus operaciones y todos los servicios públicos relacionados al desarrollo urbano, la seguridad, la educación y las demás actividades gubernamentales que hoy Ciudad Juárez y El Paso llevan a cabo serían jurisdicción de la AMT. The TMA would be composed of a Council elected by residents on both sides of the border and would be led by a TMA Mayor, also publicly elected.

Sin duda, estos cambios trascendentales crearán nuevos retos para las instituciones actuales en ambos lados de la frontera. Creative solutions would have to be devised for issues such as taxation, social programs, citizenship and a broad array of political and social concerns. Y, por supuesto, una condición previa para la factibilidad de un programa como éste sería reducir el nivel de violencia en Ciudad Juárez por lo menos al nivel que se experimenta en El Paso (la ciudad grande más segura en los EE.UU.). No easy feat, but by no means impossible.

Todo esto requerirá de un compromiso gigantesco por parte de ambas ciudades y naciones (y ni hablar de los estados de Chihuahua, Texas y posiblemente Nuevo México), pero los beneficios serían cuantiosos para ambos países. First, through greater integration and transnational production and commerce this already-booming metropolitan area would be able to unleash its full economic potential. Del 2008 al 2011, El Paso logró crecer a una tasa promedio anual de 4%, muy por encima del promedio en EE.UU, mientras que Ciudad Juárez después de años de decadencia hoy en día está recuperando rápidamente el carácter ultra-comercial de su apogeo. Second, this urban laboratory could serve as a platform wherein both nations could experiment with different policies for optimizing the benefits of further integration. Tercero, la unión de Juárez y El Paso podría servir como una oportunidad para elevar la calidad de las instituciones en Juárez (y posiblemente en otras partes de México) al nivel de las instituciones en EE.UU. Finally, the success of this first attempt at physical integration could also serve as proof to Mexicans and Americans alike of the benefits of transnational integration and could serve as a blueprint for an agenda for further economic, political and social cooperation across the three nations of North America.

E Duobus Unum: Integrating Ciudad Juárez and El Paso into a single North American Metropolis


In the midst of the high desert where the skies meet the mountains and a river runs through the land, there exists a North American metropolis of 2.5 million individuals straddling two nations: Ciudad Juárez, Chihuahua in Mexico and El Paso, Texas in the United States.

The metropolis, which dates back to the 17th century, today represents a single sprawling contiguous urban agglomeration bisected by a transnational border. Two cities and two realities lie where there should be one. Rivers of asphalt, walls, and chunks of desert flank the Rio Grande on either side, while countless effort and money is poured into keeping the two cities apart; and yet, in spite of it all, Juárez and El Paso cling to one another with the same inexorable force that once pushed waters through this land from the Rocky Mountains to the Gulf of Mexico.

U.S.-Mexico border in Ciudad Juárez-El Paso. Source: HMDM

The two flags that fly high above the Bridge of the Americas, the main international crossing, belie the true nature of the metropolis: these are not two cities bestriding two nations with distinct histories and societies; they are two cities desperately striving to be one. The 1.5 million residents of Ciudad Juárez and the 1 million residents of El Paso, for all intents and purposes, look the same (81.4% of the population in El Paso is of Hispanic/Latino origin), eat the same foods, share a common culture and, for the most part, a common set of languages. People on both sides speak Spanish, to a lesser extent English and most are fluent in the hybrid lect that characterizes the Borderlands: Spanglish. 

Residents of Ciudad Juárez work and study in El Paso and shop for cheap clothes and electronics in its Downtown and sprawling malls, while the residents of El Paso seek restaurant, bars and entertainment in Ciudad Juárez, where they also shop for traditional foods, produce and goods. People on both sides of the border—now marked by a gargantuan red “X” fashioned by Mexican sculptor Sebastián—usually also have family on the other side of the river.

The “X” in Ciudad Juárez. Source: HMDM


View of the border and the “X” from El Paso, Texas. Source: HMDM


Ciudad Juárez and El Paso are as inextricable and as interdependent as are Dallas and Fort Worth, St. Paul and Minneapolis or Miami and Fort Lauderdale. And arguably, given their distinctiveness and their complementarity, these two cities play a larger role in the life of one another than many other pairs of cities in North America. In 2012, border crossings from El Paso to Ciudad Juárez totaled 7 million, while total trade across the Rio Grande (the erstwhile mighty river that today barely constitutes a creek on its best day) currently stands at USD$69 billion a year. Ciudad Juárez would be a wasteland without El Paso and El Paso without Juárez would simply not exist.

Above and beyond the violence that Juárez has experienced in recent years and which now appears to be subsiding, the tragedy of Ciudad Juárez-El Paso lies in the fact that, unlike in other North American agglomerations like New York-Newark or even Detroit-Windsor, in Juárez-El Paso there exist physical barriers that limit the interaction between people and inhibit the economic and social potential of the two cities. The long lines in the international bridges, fees, tariffs and the physical barriers that cut through the urban mass like scars on the face of the desert make residents on both sides think twice before crossing to carry out their business on the other side of the border. In some cases, it can take up to 3 hours in the scorching heat simply to cross from Ciudad Juárez to El Paso.

The border that runs through Juárez-El Paso is fundamentally different from the border that demarcates the limit between the U.S. and Mexico through uninhabited lands: whereas the latter seeks to keep individuals out from where they want to be, but are “not wanted”, the former slows down the flow of people who want to cross the border and who are generally welcome on the other side. People who live in El Paso live there because they either have better opportunities there or because they enjoy living there; and despite the fact that many people in Juárez—if given the opportunity—would move to El Paso, many would not, because they enjoy their lifestyle in Juárez and because rent and life in general are more affordable in Mexico. The migratory tension between the residents of the two cities is so low that there even exists a special “Border Crossing Card” for people who live in Ciudad Juárez, which allows many juarenses to cross the border as they wish. 

Today, it seems as if it is finally becoming clear to individuals on both sides of the border (and to their political classes) that further integration between the three North American nations is not only desirable (to be able to compete in the world as a region and to boost job growth), but in many ways it is inevitable. Mexico needs the U.S. and Canada and they need Mexico, as well.

Since the Great Recession, Mexico has grown at an average annual growth rate of close to 4.5%, while that of the U.S.’s has been closer to 2.0%. Mexico is gathering economic momentum and with the current administration’s pro-growth agenda it is likely that Mexico will soon be able to cement the foundations for even greater bouts of growth in the coming decades. The U.S. and Canada are poised to benefit greatly from this growth, but to do so they must commit to further integration that increases investment and commercial activity across the three borders and, above all, the flow of capital, technology and human beings.

Obama’s visit to Mexico and Central America earlier this month highlighted the newfound understanding that only through further economic cooperation will North America be able to keep its position as an industrial and economic leader in the world. The U.S. and Canada possess the capital, the technology and the technical know-how and Mexico brings to the table vast amounts of natural resources and a youthful and creative population that is eager to learn and to grow.

North American integration still constitutes a frightening prospect for people on both sides of the border, however. Decades of mistrust and deep-seeded fears stand in the way of further cooperation. But the integration of regions seems to be inevitable in the present global economic context and our objective now should thus be to guide this process in such a way that we can make sure it yields the results that we want, by putting forth the best that each party has to offer. Americans must realize that Mexico is an up-and-coming nation with an open and growing economy, a maturing democracy and an increasingly urban society; they should realize that it is in their interest to help Mexicans attain their full potential. Mexicans, meanwhile, must overcome their animosity towards the U.S. and the inferiority complexes and resentment that have accumulated over generations.

A Bolder Approach to Borderland Integration

The economic, political or social integration of nations is complex, particularly when they are so  distinct from one another as are Mexico and the U.S. This process, if it is to occur, must be a gradual one whose full implementation must be preceded by many partial policies and programs that test the waters of assimilation. An economic and social experiment that puts to the test greater integration between the nations of North America could be carried out in Ciudad Juárez-El Paso by physically and politically fusing the two cities into one. 

The idea is not to eliminate the border between the U.S. and Mexico altogether, but rather to ensure that the border does not get in the way of the vital economic and social interaction that takes place between both nations in this Borderland metropolis. As the Rio Grande was once rerouted out of the Chamizal Park in Ciudad Juárez, the border should be detoured so as to create an integrated Transnational Metropolitan Zone (TMZ), a “border island” within the two nations, neither Mexico nor the U.S., but both.

The flow of individuals, capital and technology between the two cities would no longer be controlled and while more bridges would be built to facilitate crossings, rather than being manned by border agents, they would remain free and unencumbered, as do the Golden Gate or the Brooklyn Bridge. Border security would be relocated to a perimeter 30 or 40 kilometers away from the city center of this new unified metropolis, Northern Pass (or Paso del Norte), and both nations would have the ability to control the flows to and from the TMZ as they do today.

TMZ limits shown in red. Source: Google Earth

A Transnational Metropolitan Authority (TMA) would be formed to oversee all public services and public activities and while each of the nine cities that today constitute the urban agglomeration could retain their own government, their scope and function would be like those of the boroughs in New York or Mexico City. The government of the city as a whole, its operations and all public services related to urban development, security, education and all other activities that Ciudad Juárez and El Paso today carry out individually would remain within the domain of the TMA. The TMA would be composed of a Council elected by residents on both sides of the border and would be led by a TMA Mayor, also publicly elected.

Surely, these dramatic changes would pose new challenges to current institutions on both sides of the border as creative solutions would have to be devised for issues such as taxation, social programs, citizenship and a broad array of political and social concerns. And, of course, a precondition for the feasibility of such a program would be that the level of violence in Ciudad Juárez be lowered at least to the level of that in El Paso (safest large city in the U.S.), no easy feat, but by no means impossible.

All of this will require a great level of compromise from both cities and both nations (not to mention the states of Chihuahua, Texas and possibly New Mexico), but the benefits would be massive for both countries. First, through greater integration and transnational production and commerce this already-booming metropolitan area would be able to unleash its full economic potential. El Paso's economy managed to grow at an annual average rate of 4% from 2008 to 2011 (well above the U.S. average) and after years of decline Juárez today is rapidly recuperating the hyper-commercial nature of its heyday. Second, this urban laboratory could serve as a platform wherein both nations could experiment with different policies for optimizing the benefits of further integration. Third, the union of Juárez and El Paso could serve as an opportunity to lift the quality of the institutions in Juárez (and elsewhere in Mexico) to the level of those in the U.S. Finally, the success of this first attempt at physical integration could also serve as proof to Mexicans and Americans alike of the benefits of transnational integration and could serve as a blueprint for an agenda for further economic, political and social cooperation across the three nations of North America.

E Duobus Unum: Por qué y cómo integrar a Ciudad Juárez y El Paso como una sola metrópoli norteamericana


En medio del desierto donde el firmamento abraza las montañas y un río atraviesa el paisaje, existe una metrópoli norteamericana de 2.5 millones de habitantes desparramada sobre el límite de dos naciones: Ciudad Juárez, Chihuahua en México y El Paso, Texas en Estados Unidos.

La metrópoli, cuyo origen se remonta al siglo XVII, hoy en día consiste en una aglomeración urbana contigua dividida por una frontera internacional de varias capas: el Río Bravo (cuyos caudales alguna vez corrieron llenos y que hoy a penas representa un riachuelo), múltiples muros, pedazos de desierto y ríos de asfalto que flanquean el límite en ambos costados. Y, sin embargo, a pesar de todo ello y de todo el dinero y el esfuerzo dedicados a mantener separadas a estas dos ciudades, las dos urbes se aferran la una a la otra con la misma fuerza inexorable que alguna vez hizo transitar por estas tierras hacia el Golfo de México las aguas provenientes de las Montañas Rocosas.

Límite México-EE.UU. en Ciudad Juárez-El Paso: Fuente HMDM

Las banderas que vuelan por encima del Puente de las Américas, uno de los principales cruces internacionales en la ciudad, desmienten la realidad de esta metrópoli: éstas no son dos ciudades distintas que yacen sobre el límite internacional de dos países con historias y sociedades distintas; éstas son dos ciudades desesperadamente empeñadas en ser una sola. Los 1.5 millones de residentes en Ciudad Juárez y el millón de residentes en El Paso cuentan con los mismos rasgos físicos (81.4% de la población de El Paso es de origen hispano/latino), comen las mismas comidas, comparten la misma cultura y, en general, comparten un mismo set de idiomas: los residentes en ambos lados de la frontera hablan español, en menor medida inglés y la mayoría domina el idioma híbrido que caracteriza las tierras fronterizas: el espanglish. 

Los residentes de Ciudad Juárez trabajan y estudian en El Paso y compran ropa y electrónicos en su Centro y sus gigantescos centros comerciales, mientras que los oriundos de El Paso acuden a los restaurantes, bares y establecimientos en Ciudad Juárez, donde también compran comidas y bienes tradicionales. Asimismo, tanto los juarenses como los paseños generalmente tienen familia en el otro lado de la frontera, ahora demarcada por la monumental “X” roja creada por el escultor chihuahuense Sebastián.

La “X” en Ciudad Juárez. Fuente: HMDM


Vista de la frontera y la "X" desde El Paso, Texas. Fuente: HMDM

Ciudad Juárez y El Paso son tan inseparables y tan interdependientes como lo son Dallas y Fort Worth, St. Paul y Minneapolis o Miami y Fort Lauderdale. Y dadas las diferencias y la complementariedad entre las dos ciudades es muy posible que estas dos ciudades jueguen un papel mucho más importante en la vida la una de la otra que muchos otros pares de ciudades en Norteamérica. En el 2012, el número de cruces de El Paso a Ciudad Juárez llegó a un total de 7 millones, mientras que el comercio que atraviesa las dos ciudades actualmente representa un total de USD$69,000 millones por año. Ciudad Juárez sin El Paso sería un pueblo desértico más y El Paso sin Juárez simplemente dejaría de existir.

Más allá de la violencia que Juárez ha experimentado en los últimos años y que ahora parece estar en declive, la tragedia de Ciudad Juárez-El Paso reside en el hecho de que, a diferencia de lo que acontece en otras aglomeraciones norteamericanas como Nueva York-Newark o incluso Detroit-Windsor, en Juárez-El Paso existen barreras físicas que limitan la interacción entre las dos urbes, lo que también limita el potencial económico y social de la región. Las largas filas en los cruces internacionales, las tarifas, los aranceles y las barreras físicas que cortan la masa urbana como cicatrices en la faz del desierto representan un impedimento a las actividades cotidianas que los residentes de un lado de la frontera llevarían a cabo en el otro. En algunos casos se puede durar hasta 3 horas en el calor extremo simplemente para cruzar de Ciudad Juárez a El Paso.

El límite que cruza Juárez-El Paso es fundamentalmente diferente a la frontera que demarca el límite entre los Estados Unidos y México en zonas deshabitadas: mientras que la frontera en los desiertos intenta mantener a los individuos fuera de donde quieren estar, pero donde no son bienvenidos, la frontera urbana entre estas dos ciudades ralentiza el flujo de personas que quieren cruzar la frontera y que generalmente son bien recibidos al otro lado. Las personas que viven en El Paso viven allá porque ahí cuentan con mejores oportunidades o porque les gusta vivir allá; y mientras que muchas personas en Juárez—si se llegara a presentar la oportunidad—se mudarían a El Paso, muchas más no lo harían, porque disfrutan de sus vidas en Juárez o porque la renta y el costo de vida en México son mucho más asequibles. Tan baja es la tensión migratoria entre los residentes de ambas ciudades que de hecho existe un permiso especial para los residentes de Juárez llamado "Tarjeta de cruce fronterizo" que permite a miles de ellos cruzar la frontera a su discreción.

Hoy en día, parece ser que por fin se está haciendo más evidente en ambos lados de la frontera que la integración entre los tres países de Norte América es deseable (para poder competir mejor como región a nivel global y para mejorar los prospectos de crecimiento económico) y además en muchas formas inevitable. México necesita de EE.UU. y de Canadá y ellos necesitan de México también.


Desde el fin de la Gran Recesión en los últimos años, México ha crecido a una tasa promedio anual de cerca del 4.5%, mientras que la tasa de crecimiento para EE.UU. ha sido de a penas alrededor del 2.0%. La economía mexicana sigue fortaleciéndose y dadas las políticas pro-crecimiento de la presidencia actual es muy probable que México logre establecer en los próximos años los cimientos para un crecimiento aun mayor en las décadas por venir. EE.UU. y Canadá están bien posicionados para beneficiar del crecimiento de su vecino al sur, pero para ello deberán comprometerse a un programa de integración que aumente la inversión y la actividad comercial entre los tres países y que, además de eso, acelere el flujo de capital, tecnología y seres humanos en la región.

Un tema central en la visita del presidente Obama a México y Centroamérica a principios del mes fue que para que América del Norte pueda mantener su liderazgo industrial y económico en el mundo es necesario que haya mayor integración y cooperación entre los países de la región. EE.UU. y Canadá poseen el capital, la tecnología y el conocimiento técnico, mientras que México pone sobre la mesa cantidades vastas de recursos naturales y una población joven y creativa que está ansiosa por crecer y aprender.

La integración de América del Norte para muchos en ambos lados de la frontera todavía representa un escenario aterrador. La desconfianza y los temores que se han arraigado a lo largo de décadas representan obstáculos para mayor cooperación. No obstante, hoy en día la integración de las regiones parece ser inevitable en el presente contexto económico global. Nuestro objetivo, por ende, debería ser dirigir este proceso inminente a fin de que produzca los resultados deseados, al potenciar lo mejor de cada una de las partes involucradas. Los estadounidenses deben darse cuenta de que México es un país en ascenso con una economía abierta y creciente, un país cuya democracia está madurando rápidamente y una sociedad cada día más urbana y más sofisticada; los estadounidenses deben darse cuenta de que es de su total interés ayudar a los mexicanos a alcanzar su pleno potencial. Los mexicanos, por su parte, deben superar su animosidad hacia los Estados Unidos y deben dejar de lado los complejos de inferioridad y el resentimiento que han acumulado a través de generaciones.  

Un enfoque más audaz para la integración de las tierras fronterizas

La integración económica, política y social de las naciones es compleja, particularmente cuando se trata de países tan distintos como lo son México y los EE.UU. Este proceso, si habrá de ocurrir, deberá ser uno gradual, cuya implementación deberá ser precedida por varias políticas y programas parciales que permitan a los países relevantes degustar la asimilación. Un experimento económico y social que pondría a prueba la integración entre las naciones de América del Norte se podrá llevar a cabo en Ciudad Juárez-El Paso al fusionar física y políticamente las dos ciudades en una sola.

La idea no es eliminar del todo la frontera entre Estados Unidos y México, sino más bien asegurar que la frontera no obstruya la vital interacción económica y social entre las dos naciones que acontece en esta metrópoli transfronteriza. Así como el Río Bravo alguna vez se desvió del Parque Chamizal en Ciudad Juárez, la frontera se deberá reencaminar para crear una Zona Metropolitana Transnacional (ZMT) integrada, una "isla fronteriza" entre las dos naciones que ni es México ni es Estados Unidos, sino los dos.

El flujo de individuos, capital y tecnología entre las dos ciudades ya no sería controlado. Y mientras más puentes se construirían para facilitar los cruces, en vez de éstos estar vigilados por agentes fronterizos, los puentes permanecerían libres y sin obstrucciones, tal como hoy en día lo hacen los puentes Golden Gate y Brooklyn. La seguridad fronteriza sería reubicada a un perímetro a 30 ó 40 kilómetros del centro de la nueva ciudad unida, Paso del Norte (o Northern Pass), y ambas naciones  tendrían la posibilidad de controlar los flujos hacia la ZMT de ese perímetro como lo hacen hoy en día en los puentes. 

Los límites de la ZMT se muestran en rojo. Fuente: Google Earth

Se formaría también una Autoridad Metropolitana Transnacional (AMT) que estaría encargada de ejecutar todos los servicios públicos y actividades cívicas en la ciudad. Y mientras que cada una de las nueve ciudades que hoy en día conforman la aglomeración urbana en cuestión podrían mantener sus propios gobiernos, sus alcances y función serían como los de las delegaciones de la Ciudad de México o de Nueva York. El gobierno de la ciudad como tal, sus operaciones y todos los servicios públicos relacionados al desarrollo urbano, la seguridad, la educación y las demás actividades gubernamentales que hoy Ciudad Juárez y El Paso llevan a cabo serían jurisdicción de la AMT. La AMT estaría compuesta de un Consejo elegido por residentes en ambos lados de la frontera y sería liderado por un Alcalde, también sujeto a elección popular.

Sin duda, estos cambios trascendentales crearán nuevos retos para las instituciones actuales en ambos lados de la frontera. Soluciones audaces y creativas tendrían que proponerse para resolver temas tan diversos como lo son la tributación, los programas sociales, la ciudadanía y residencia y una serie de asuntos políticos y sociales. Y, por supuesto, una condición previa para la factibilidad de un programa como éste sería reducir el nivel de violencia en Ciudad Juárez por lo menos al nivel que se experimenta en El Paso (la ciudad grande más segura en los EE.UU.). Un reto difícil, pero no imposible.

Todo esto requerirá de un compromiso gigantesco por parte de ambas ciudades y naciones (y ni hablar de los estados de Chihuahua, Texas y posiblemente Nuevo México), pero los beneficios serían cuantiosos para ambos países. Primero, a través de esta integración y de los aumentos en la producción industrial y el comercio que ella conllevaría, la zona metropolitana de Juárez-El Paso, que ya cuenta con una economía creciente, podría elevar su potencial económico. Del 2008 al 2011, El Paso logró crecer a una tasa promedio anual de 4%, muy por encima del promedio en EE.UU. Ciudad Juárez, por su parte, después de años de decadencia hoy en día está recuperando rápidamente el carácter ultra-comercial de su apogeo. Segundo, este experimento geográficamente aislado serviría como un laboratorio urbano en el cual ambas naciones podrían probar diferentes políticas para optimizar los beneficios de mayor integración. Tercero, la unión de Juárez y El Paso podría servir como una oportunidad para elevar la calidad de las instituciones en Juárez (y posiblemente en otras partes de México) al nivel de las instituciones en EE.UU. Finalmente, el éxito de este primer intento de integración física también serviría como evidencia tanto para mexicanos como para estadounidenses de los beneficios de la integración transnacional y la experiencia podría servir como guía para establecer una agenda de mayor cooperación económica, política y social entre los tres países de Norteamérica.