Wednesday, August 3, 2011

La tiranía del automóvil en América Latina y qué hacer al respecto

En un mundo donde los ingresos y las condiciones de vida en América Latina siguen mejorando, los automóviles han llegado a dominar el entorno urbano en países como México, Colombia y Brasil. Tanto es así que conforme ha crecido el número de carros en ciudades como la Ciudad de México y Bogotá a los peatones se les ha relegado al nivel más bajo de prioridad vial. La cultura automovilística que predomina en las ciudades latinoamericanas hoy en día simplemente no valora a los peatones; más bien los ve como un estorbo poco merecedor de respeto, mucho menos merecedor del derecho de paso. Los peatones latinoamericanos de hoy, por lo tanto, no sólo carecen de políticas aplicables y recursos, sino también de la confianza y la autoridad social para exigir prioridad a los automóviles con los que comparten las calles, mismos que con frecuencia atentan contra la integridad física de los peatones.

En las ciudades latinoamericanas -grandes, medianas y pequeñas-, los automóviles se estacionan en vías peatonales, se paran sobre las cebras de los cruces y cuando los peatones intentan cruzar las intersecciones sin semáforo -en vez de ceder el paso a los peatones- los automovilistas aceleran sus coches para imponer su prioridad vial. Asimismo, en intersecciones que no son lo suficientemente grandes como para ameritar un semáforo pero que al ser altamente transitadas dificultan el cruce de los peatones, éstos deben esperar varios minutos hasta que el flujo de tráfico se despeje por completo para poder cruzar.

En lo que concierne a las leyes, en zonas metropolitanas como la Ciudad de México la prioridad vial la tienen los peatones. No obstante, los automovilistas en esa ciudad no se toman la molestia de respetar leyes que no se aplican, mientras que los peatones -de quienes me atrevería a decir que en su mayoría ni siquiera están conscientes de tener el derecho de paso- carecen la confianza y seguridad para exigir prioridad en las calles de la ciudad. Como lo resume claramente Rodrigo Díaz, bloguero chileno que habita en la Ciudad de México: “Tímidos en las esquinas, [los peatones] corren para cruzar la calle como pidiendo perdón, deshaciéndose en disculpas y reverencias por haber osado interrumpir el paso de los señores automovilistas”. Sin duda, el hecho de que los peatones, en promedio, pertenezcan a estratos socioeconómicos más bajos que los automovilistas, contribuye a su intimidación mediante el desarrollo de un complejo de inferioridad. De hecho, es incontrovertible que la mayoría de los peatones defeños lo son no por elección sino por falta de opciones; casi todos aspiran a algún día adquirir un vehículo propio...Y en realidad no los culpo, en vista de las condiciones del transporte público y de los peatones en esa gran ciudad.

La situación empeora cada día conforme más latinoamericanos adquieren la posibilidad de comprar automóvil y mientras sus ciudades -con diseño y administración urbana muchas veces cuestionables- continúan dando prioridad a la clase creciente de automovilistas: se construyen más y más autopistas transversales, periféricas y de doble piso y estacionamientos e infraestructura para automóviles por doquier. Sin duda existen algunos elementos de planeación urbana que han mejorado la calidad de vida de todos en las ciudades de Latinoamérica y se ven también esfuerzos por mejorar el transporte público y el transporte no-motorizado: las vías peatonales del centro de la Ciudad de México, su programa Ecobici de bicicletas compartidas y ciclovías a lo largo del Paseo de la Reforma, en Coyoacán y otras zonas; la Zona T y las extensas ciclorrutas de Bogotá y los sistemas de autobús de tránsito rápido (BRT, por sus siglas en inglés) como lo son el Metrobús chilango y el TransMilenio cachaco, entre muchos otros en la región. No obstante estos avances, la infraestructura y las políticas en las ciudades latinoamericanas siguen siendo insuficientes ante la necesidad de crear ciudades más amigables para los peatones, quienes por cierto representan no sólo a las personas que principalmente caminan al trabajo o la escuela, sino también a todos los que caminan al Metro, a las paradas de autobuses e incluso a sus coches que yacen es estacionamientos lejanos.

¿Qué necesitamos?

Lo que se requiere urgentemente en las ciudades de América Latina es:

(1) El desarrollo de una cultura cívica que, al hacer hincapié en la seguridad vial, respete a los peatones y reconozca su prioridad y derecho de paso (el cual se fundamenta en el mayor nivel de exposición a accidentes e inclemencias del clima que experimentan los peatones) y que también reconozca la obligación del peatón de respetar las leyes de tránsito;

(2) Un proyecto de ley que claramente reconozca, establezca y haga cumplir los derechos del peatón, en particular su derecho de paso en intersecciones sin semáforo; que penalice con multa o suspensión de licencia (en caso de reincidencia) a conductores que no cedan el paso a peatones con derecho de paso; e incorpore dentro del proceso de tramitación de la licencia de conducir un módulo de concientización para los conductores sobre los “Derechos del peatón y la seguridad vial”.

¿Qué se está haciendo ya y qué debemos seguir haciendo para avanzar estas políticas?

En el fondo, la condición necesaria para que estos avances se conviertan en una realidad es una mejora significativa en la percepción del peatón en América Latina, tanto la que ellos tienen de sí mismos como la que poseen los demás. Esto lo podremos hacer mediante el esclarecimiento de los beneficios para la salud y el medio ambiente que surgen de caminar en vez de utilizar transporte motorizado y también al concientizar a los peatones y a los automovilistas sobre los derechos del peatón. A través de estos esfuerzos lograremos empoderar a los peatones al darles razones de sentirse orgullosos de serlo y herramientas que los motiven a que exijan sus derechos. Por otro lado, al mejorar la percepción del peatón también fomentaremos una transición de modo de transporte, incluso entre las clases socioeconómicas más elevadas, tal como se observa en zonas más amigables para el peatón como La Condesa y La Roma en el D.F. o La Cabrera y Zona Rosa de Bogotá.

Una acontecimiento fascinante en Guadalajara y la Ciudad de México que ha brindado esperanza a miles de peatones mexicanos es el desarrollo de proyectos como #wikiciudad, #wikimulta (donde los ciudadanos imprimen y reparten multas a automovilistas infractores) y #wikibanqueta, a través de los cuales los ciudadanos de estas ciudades decidieron crear, por sí mismos, la infraestructura requerida por los peatones y ciclistas que sus gobiernos estuvieron indispuestos a proveer. En la Ciudad de México, un grupo principalmente de jóvenes profesionales y estudiantes de la era del Internet, bajo el nombre de "Camina, Haz Ciudad", pintó una acera y cruces peatonales a lo largo de un puente en Santa Fe, comunidad “ultramoderna” que a pesar de ello ignora por completo las necesidades del peatón. Más iniciativas de este tipo están surgiendo a lo largo y ancho del país, lo cual representa un bienvenido primer paso para el desarrollo de una cultura cívica que valore y proteja a los peatones.

Otras ideas que podrían contribuir a estos esfuerzos son:

- Apps de seguridad vial: el desarrollo de apps para dispositivos móviles que permitan a los peatones filmar o fotografiar a infractores y denunciarlos, al igual que reportar intersecciones peligrosas en estas ciudades

- Tarjetas ciudadanas: tarjetas ciudadanas a la Mockus que permitan mostrar a infractores la desaprobación de los ciudadanos

- Campañas de concientización social: campañas que utilicen Twitter, Facebook, YouTube y otras redes sociales y medios tradicionales para concientizar a la población sobre la seguridad vial y los derechos del peatón

- Recuperación de intersecciones críticas: solución integral ciudadana para la recuperación de intersecciones específicas - ej. proyectos #wikiciudad o la lotería de cámara de velocidad

- Memes: de manera SEGURA, exigir a los automóviles el derecho de paso en las intersecciones, tomar foto de ello y difundirlo a través de las redes sociales. Si el “planking” y el “owling” se convirtieron en tendencias virales, ¿por qué el “carstalling (estanca-carros)” no?

¿Qué otras ideas tienes tú para promover una cultura de respeto para el peatón y de seguridad vial en América Latina?

2 comments:

  1. Bien dicho - pero las medidas parecen un poco débiles. En la Ciudad de México casi nadie sabe manejar y todos creen que sí saben. ¿Cómo sé que no saben? Bueno, digamos que no sólo los he visto manejar, sino que además he visto la enorme diferencia que hace por ejemplo en casi todos los países Europeos la exigencia de que todos los aspirantes a un permiso de conducir pasen un curso de manejo y mecánica que suele durar cuando menos seis meses, y suele ser bastante caro. Otra prueba: en México, uno debe ir a la velocidad y a la distancia de los demás "a la que te sientas cómodo." Eso, en realidad, no tiene ningún sentido porque los seres humanos no "evolucionamos" para cuidarnos en la calle; nunca hubo un proceso de selección natural que hiciera que el peligro relacionado a los coches nos "incomodara" de manera similar al miedo natural que tenemos a las altura o a ahogarnos. Aunque parezcan un poco artificiales, las reglas propuestas por los expertos son importantes. En el DF, sin embargo, todo el mundo tiene la idea de que el resto de la gente es idiota (incluyendo al ingeniero que diseñó la carretera y decidió ponerle un máximo de velocidad, el pobre iluso), y de ahí viene una completa falta de consideración para los demás.

    ReplyDelete
  2. Hola R R,

    ¡Muchas gracias por tu comentario! Considero que tienes toda la razón, en últimas lo que se necesita son mejores políticas que rijan el tránsito en estas ciudades y que hagan que los conductores se eduquen y respeten las leyes, al igual que los peatones. La propuesta de hacer que los automovilistas hagan un curso para poder manejar y que sea caro, como en Europa, sería un avance. Ahora, considero que en el México de hoy una política de ese tipo generaría mucha resistencia, ¿no? Yo lo vería como una meta a largo plazo y mientras tanto consideraría que podríamos trabajar en fomentar una cultural que en última instancia promoviera ese mismo tipo de reformas integrales. ¿Qué opinas?

    Saludos.

    ReplyDelete